¿En qué se basa su estrategia de comunicación? ¿cómo fue que ganaron popularidad? ¿por qué ahora parecen estar perdiendo fuerza?
Para nadie es secreto que los grupos antiderechos tuvieron un repunte en los últimos años. En ocasiones anteriores hemos reseñado algunas de las tácticas antiderechos más destacadas (Lo mejor del lado oscuro del infoactivismo 2019 y 2020), pero más allá de las tácticas y las campañas específicas, hay elementos estratégicos que trascienden y que han hecho que los grupos antiderechos tuvieran una «nueva ola».
Sin embargo, esta nueva ola antiderechos pareciera estar estancándose y ha tenido importantes reveses a lo largo y ancho de Latinoamérica. Podemos mencionar el avance de la despenalización del aborto a escala regional, así como el avance de leyes que protegen a las poblaciones LGBTIQ+, además de las procesos democratizadores que se detonaron a partir del estallido social chileno. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿es algo temporal? ¿qué riesgos presenta un movimiento antiderechos aparentemente debilitado?
Algunas clave del ascenso de los grupos antiderechos
Discursos viejos, pintados de nuevos
El discurso de la rebeldía ha sido uno de los pilares de la «nueva derecha latinoamericana». Sus principales abanderados han sido jóvenes que tomaron como elemento identificatorio considerarse a sí msmos como «políticamente incorrectos», «anti corrección política», anti progresismo», etc. Y claro: nada como un joven que se presenta como ateo, vestido con jeans y tennis, para distanciarse de la figura del conservador vetusto y fundamentalista religioso que, hasta antes de esa oleada, era la que nos venía a la mente cuando pensábamos en grupos conservadores.
Adicionalmente a la juventud y actitud «rebelde» y desafiante de su nueva generación de portavoces, se sumó un encuadre narrativo mucho más cuidado y enfocado en transmitir una imagen que, aunque joven, procuraba irradiar autoridad académica. Y no sólo eso: una autoridad académica que se desarrolla en medio de entornos supuestamente hostiles al pensamiento crítico. Básicamente una receta para iniciar una reelaboración de la narrativa del héroe que surge de la adversidad para iniciar una nueva era. Un héroe que lucha contra un mundo en decadencia.
El viejo pánico moral
No es secreto que una de las viejas recetas para movilizar a las personas en contra de los derechos de grupos poblacionales completos es construir al grupo al que se pretende despojar como una otredad peligrosa y amenazante.
Para lograr convertir a un grupo diverso de personas con algunas cuantas características en común en un enemigo colectivo monolítico y amenazante sólo hacen falta un puñado de noticias falsas o distorsionadas, que generen un pánico moral movilizante y otro grupo de personas, dispuestas a creerlas. Y si a eso le sumamos algunos mecanismos de participación para capitalizar la desconfianza y la antipatía social, podemos volverlo un movimiento político y social.
Al final, el sesgo de confirmación que se alimenta de nuestros prejuicios es algo que está presente de una u otra forma en todas las personas y que requiere de un considerable esfuerzo conciente para ser vencido. Y lo peligroso es que la respuesta emocional que se genera a partir de los prejuicios tiene el poder de impulsar a grupos de personas a oponerse activamente a los derechos de otras. Después de todo, quien puede hacerte creer insensateces, puede hacerte cometer atrocidades.
Aprovechar los sesgos humanos, explotar los sesgos algorítmicos
La velocidad con la que actualmente se genera y difunde información, sumado a las filtros burbuja y sesgos tanto humanos como algorítmicos, hace extremadamente difícil combatir la desinformación antes de que logre generar efectos perniciosos en una audiencia. Los grupos antiderechos han sacado un enorme provecho de las plataformas digitales, incluso abusando de sus características, para impulsar sus narrativas entre quienes ya están predispuestxs a creer en ellas.
Y, aunque este abuso a los datos de las personas para hacer campañas hiper focalizadas ha sido expuesto, aún no se generan mecanismos efectivos para contrarrestar el efecto nocivo de la desinformación en múltiples temas de interés social. Y mientras siga siendo lucrativo cosechar clicks de odio con noticias falsas o manipuladas, seguirá siendo negocio sembrar discordia y difícilmente se podrá tener a raya a quienes hacen uso de la desinformación como una forma de azuzar los sentimientos de antipatía -ya presentes en buena parte de la sociedad- contra grupos poblacionales completos.
Por qué los activismos en favor de los derechos humanos no deben bajar la guardia
Todo movimiento social tiende al desgaste con el tiempo. Es difícil mantener a una comunidad organizada, informada y participativa. Muy pocas personas pueden ser activistas de tiempo completo y la sostenibilidad de muchos proyectos -e incluso del trabajo voluntario- puede fluctuar de acuerdo a las condiciones económicas y políticas. Y esto no es menos cierto para los “activistas” anti derechos.
Podríamos suponer que hay una especie de «tiempo de vida» de los discursos antiderechos (uno que no necesariamente pasa por el genocidio, pero que sigue siendo dañino). Podría ser algo como: Los nuevos liderazgos ganan influencia y se forman comunidades (muchas de ellas, digitales) en torno a los nuevos liderazgos -> Se forman cámaras de eco que radicalizan las posturas y las hacen impermeables a la crítica -> Generan impacto en la vida pública -> Los grupos empiezan a fracturarse por diferencias ideológicas y pragmáticas -> Las personas que aún no han caído en la espiral retórica extremista, empiezan a percibir la intransigencia de esos grupos -> Se produce un entorno de «confusión ideológica» en el que la mayoría de las personas buscan no caer en lo que perciben como extremos.
Los efectos de la pandemia
Si bien la pandemia ha erosionado enormemente la capacidad de los grupos antiderechos, ya sea porque les ha impedido movilizarse o porque les ha dividido (por ejemplo, ha creado una brecha entre los sectores abiertamente conspiracionista y los que aún mantienen posturas razonables respecto de la crisis mundial por el covid19) lo cierto es que estos grupos activamente procuran mantenerse vigentes y controlar la conversación pública de acuerdo a su encuadre ideológico. Y para ello, cuentan con las plataformas, que premian las interacciones y el tiempo que se pasa en ellas. Y también cuentan con el montón de prejuicios y sesgos que han sabido explotar para convencer a incautos de que equis o ye grupo poblacional representa un peligro para su modo de vida. Y, aunque cada vez menos, cuentan con liderazgos jóvenes que procuran reclutar a una juventud ansiosa de participar política y socialmente, que no siempre halla su lugar en los activismos en pro de los derechos humanos.
Aún nos falta mucho tiempo de recuperación social y económica, luego de la mayor crisis mundial de salud en un siglo, así que es ingenuo creer que los grupos antiderechos estarán dispersos y fragmentados en la «nueva normalidad» que apunta a una dura recuperación económica.