Tácticas antiderechos en espacios digitales: 7 aprendizajes clave
Quienes nos dedicamos a la comunicación para el cambio social y la defensa de los derechos humanos, nos enfrentamos al auge de los grupos y discursos anti derechos. Frente a este panorama nos preguntamos, ¿Por qué les funciona? ¿Por qué estas acciones y expresiones han logrado propagarse de manera amplia? ¿Qué podemos aprender sobre la comunicación y tácticas a favor de los derechos humanos al analizar las tácticas de actores y grupos antiderechos? ¿Cómo podemos responder y neutralizar el impacto de las acciones antiderechos?
En este post, compartimos los aprendizajes que hemos recogido a lo largo de estos años de analizar “el lado oscuro del infoactivismo” como lo hemos llamado, y de identificar las principales tácticas anti derechos en entornos digitales.
1. Identificamos dos tipos de tácticas antiderechos, algunas llevan máscara
Los grupos antiderechos despliegan dos principales tipos de tácticas en entornos digitales. Esta distinción entre las tácticas maliciosas y aquellas que denominamos de influencia nos permite tener claro que el despliegue de tácticas anti derechos no se presentan de igual manera.
Las tácticas maliciosas
Buscan de manera directa generar algún tipo de daño como la desinformación y el acoso dirigido. Estos ataques directos a personas o grupos, pueden ser reconocidos hasta por los públicos menos involucrados.
Las tácticas de influencia
Operan de maneras más sutiles que quizás sólo las personas directamente afectadas pueden notar de inmediato, pero no es tan evidente para otros públicos. Asemejan dinámicas legítimas de la sociedad civil organizada, como las peticiones dirigidas a personas tomadoras de decisión y las movilizaciones a pie de calle. Aunque en el fondo tengan como objetivo frenar, negar o limitar derechos sociales, pueden mimetizarse con los discursos democráticos y adoptar formas aparentemente aceptables para influir en la toma de decisiones. No podemos subestimar su capacidad de infiltración, pero para desactivarlas, primero tenemos que desenmascararlas.
Para una comprensión más profunda de estas categorías, consulta la Tipología de tácticas antiderechos en el espacio digital.
2. No basta el análisis para neutralizarlas
Al compartir con otras organizaciones y personas que hacen monitoreo y seguimiento a las tácticas empleadas por actores antiderechos, hemos notado con frecuencia un enfoque basado en analizar discursos y narrativas, los grupos que conforman y los objetivos de incidencia que persiguen. Sin embargo, desde nuestra experiencia, este enfoque nos ha resultado incompleto, pues no necesariamente ayuda a poder plantear respuestas estratégicas a esta problemática.
En algunos casos, el análisis no se hace como paso previo a las respuestas, sino que se ve como un fin en sí mismo, como si entender los discursos y motivaciones de los actores antiderechos fuera suficiente para neutralizarlos.
Y sí, el análisis del contenido de sus discursos es una parte esencial del trabajo que se requiere para desmontarlos, pero no es por sí mismo suficiente. Para desmontarlos hace falta trabajo adicional: “vacunar” a un público más amplio, reflexionar y entender qué significados y valores identitarios abrazan, qué emociones apelan, por qué encuentran en las narrativas antiderechos una forma atractiva y simple de culpar a grupos minorizados por malestares sociales.
3. La importancia de las coyunturas y una reacción oportuna ante narrativas anti derecho en expansión
A lo largo de años de monitoreo y documentación de tácticas anti derechos (en nuestro resumen anual El Lado Oscuro del Infoactivismo) hemos notado un patrón relevante: el mayor impacto de las tácticas anti derechos se relacionan al aprovechamiento de coyunturas que captan la atención de amplios sectores de la opinión pública y generan cobertura mediática: por ejemplo los juegos olímpicos, sucesos violentos que impactan a la opinión pública, figuras públicas involucrándose en un tema, etc. Esto aplica a tácticas maliciosas como las de influencia.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de una reacción oportuna ante narrativas anti derechos en expansión. Desde los movimientos sociales, no subirse a una coyuntura a tiempo, subirse mal o no subirse en absoluto puede tener graves consecuencias. Un giro narrativo malicioso introducido en un momento clave puede impactar negativamente la percepción y posturas sobre un tema. Campañas de sensibilización pueden verse seriamente dañadas por una coyuntura mal navegada.
Esto se relaciona con la importancia del monitoreo y escucha de noticias, temas de actualidad y tendencias en las plataformas digitales para detectar a tiempo el desarrollo de sucesos que, aunque en un primer momento no parezcan directamente relacionados con nuestras causas, pueden ser usados como caballos de Troya por actores antiderechos. Hacer esto nos permitirá anticipar respuestas estratégicas antes de que ganen tracción (Posicionamiento) y puedan generar mayor daño.
También es cierto que, aunque usualmente surgen respuestas orgánicas a los individuos y grupos antiderechos que se montan en las coyunturas, aún hay una enorme área de oportunidad, especialmente para las organizaciones de justicia social y los movimientos sociales que dedicamos esfuerzos importantes a la sensibilización a través de estrategia y tácticas de comunicación.
4. Sobredimensionar a ciertos actores antiderechos puede hacer más daño que bien
Puede parecer contradictorio decir que reaccionar demasiado ante los esfuerzos de individuos o grupos antiderechos sea contraproducente, pero en ocasiones ha sucedido que una respuesta desproporcionada a un cierto esfuerzo antiderechos termina por darles más proyección (Posicionamiento) de la que originalmente hubieran tenido. Por eso es importante no sólo dedicar esfuerzos a hacer escucha digital, sino también a tener una idea general sobre cómo cuantificar el alcance de esos esfuerzos. Quizás en algunos casos la mejor respuesta no sea una confrontación directa, sino simplemente redoblar nuestros esfuerzos en otro sentido. Esto es especialmente importante cuando hablamos de cosas que suceden en plataformas digitales, en donde se le da mayor relevancia a los contenidos que consiguen mayor cantidad de interacciones.
Invitar a no sobrerreaccionar no significa que estemos proponiendo que simplemente no hay que hacer nada y dejar pasar cualquier esfuerzo antiderechos que no consideremos “importante”. Se trata más bien de darnos el tiempo necesario para analizar una situación, estar alertas por si esta escala a mayores niveles, contar con parámetros para saber si ese es el caso y ajustar nuestra estrategia de respuesta según se requiera. Significa prepararnos para responder, pero no hacerlo solamente desde el ímpetu reactivo, sino teniendo claro cuáles son nuestros objetivos estratégicos y de comunicación.
Dicho esto, también hay que reconocer que las tácticas más efectivas, rara vez se despliegan solas. Cuando se articulan con otras tácticas, el daño crece rápidamente.
5. Entender el espacio de la lucha: las plataformas digitales no son espacios neutrales, son actores.
Lejos están los días en los que las plataformas digitales eran una promesa de democratización del conocimiento y espacio para la difusión de información verídica que los medios tradicionales no se atrevían a cubrir. Cada vez somos más conscientes de que las plataformas digitales no son espacios neutrales, sino actores políticos y económicos que tienen el poder de decidir qué información (o desinformación) puede llegar a qué público.
A lo largo de varios años, los múltiples cambios en sus reglas y la forma en la que las aplican han impactado no sólo a las organizaciones y movimientos sociales, sino incluso a los medios noticiosos que ayudan a establecer la agenda pública en torno a lo que es importante saber y discutir como sociedad, pero como activistas, muchos de esos cambios nos han pasado por debajo del radar. ¿Estamos sujetos a la dictadura del algoritmo?
Claro, todo esto no quita el hecho de que aún hay creadores de contenido progresistas que siguen logrando con cierto éxito llegar a públicos más o menos amplios, pero lo cierto es que las consideraciones en torno a la gobernanza y la transparencia de las plataformas no están incluyendo lo suficiente a los grupos que abogan por la expansión de la esfera de los derechos humanos. Quizás nuestra sola participación no vaya a arreglarlos pronto, pero es fundamental que, como activistas, al menos sepamos lo que se discute en esos espacios y cómo nos afecta.
Y ahora, ante el reto adicional que representa la incorporación de la inteligencia artificial como nuevo paradigma, nos enfrentamos a un entorno digital cada vez más lleno de dificultades, no sólo para discernir lo que es real de lo que no, sino para entender cómo se producen y operan, a la vez que seguir llegando a los públicos de carne y hueso que nos interesa alcanzar.
6. La importancia de monitorear los discursos antiderechos desde el autocuidado
Para quienes hacemos escucha digital con especial interés en las tácticas digitales de actores antiderechos, el autocuidado es esencial en muchos sentidos. No sólo porque meternos deliberadamente a “la boca del lobo” -los espacios que los antiderechos usan para difundir sus discursos y campañas- implica riesgos a nuestra seguridad en forma de posibles ataques directos, sino porque incluso la sola exposición a esos discursos termina por afectarnos psicológica y emocionalmente.
Casi siempre, las personas que hacemos esta labor desarrollamos de manera instintiva métodos de autocuidado que nos ayudan a sobrellevar estar en contacto con las tácticas antiderechos, pero dedicar esfuerzos conscientes ante estos impactos también puede mejorar mucho nuestra capacidad de resiliencia y no dejar que la desesperanza o el pánico se apodere de nuestra mente.
Más protocolos de prevención y reacción, mejor autocuidado.
7. Las narrativas siguen al centro y tienen varias capas
Por último, pero no menos importante: hay que seguir analizando narrativas, diseccionando sus componentes. Pero para hacerlo, especialmente en un contexto hiper productivo y cambiante como son los entornos digitales, hay que mantener un aprendizaje constante sobre cómo se combinan nuevas y viejas formas de articular los movimientos anti derechos y compartir nuestras reflexiones y hallazgos, sin que la necesidad de analizar termine paralizándonos.
No basta -aunque sea importante- señalar y corregir con datos las narrativas de desinformación ni señalar las falacias argumentativas de los grupos antiderechos si no respondemos también a los procesos afectivos e identitarios subyacentes que las (pro)mueven: la construcción de alteridad, la vilificación de ciertos grupos y la alienación de la vida democrática en favor de recetas mágicas llenas de autoritarismo, así esté envuelto en buenas intenciones.
Para eso, hace falta articular muchísimo más entre causas que suelen ser pintadas como un enemigo común en la llamada “batalla cultural” que enarbola la nueva derecha. Sigue siendo fundamental compartir información e inteligencia actualizada, así como articular e impulsar en comunidad nuestras respuestas. Debemos seguir trabajando en el análisis, construcción, articulación y deconstrucción de narrativas.
Todo esto ya más o menos se hace pero, ¿Está siendo suficiente? ¿Qué podemos mejorar en nuestro propio accionar?
Desde infoactivismo buscamos colaborar para identificar recursos que neutralicen las tácticas anti derechos en entornos digitales desde una perspectiva estratégica, comunicacional y desde la autodefensa digital (contemplando cuidado digitales preventivos y reactivos).
